11.2.09

Múltipes factores para vivir

"What a piece of work is man!
How noble in reason, how infinite in faculty,
in form and moving how express and admirable,
in action how like an angel,
in apprehension how like a god!"
(William Shakeaspeare, Hamlet 2.2.304-308)

Yo soy mi mundo y mis circunstancias.
Yo soy mi grupo y sus causas.
Mis batallas se vuelven nuestras.
Sus pasiones se vuelven mías.
En el grupo, las búsquedas se realizan,
los hallazgos se multiplican, al aprendizaje se acelera
y la inteligencia establece sinapsis en modo exponencial.
El grupo es la prueba viva de la inteligencia colectiva;
el vehículo de la comunicación solidaria;
del trabajo desinteresado cuya materialización
es vista siempre como bien común.
(Jorge Alberto Hidalgo Toledo,



No sos vos…

Hoy en día, todo es múltiple. En todo hay vectores (múltiples), multiterritorialidad, avatares, cuentas y contraseñas a mansalva. Para controlar, conocer y manejar el constante crecimiento que nos ofrece la vida moderna, necesitamos a su vez crear otros implementos, modalidades de uso, software en todo sentido. Pero, toda ecuación necesita un ecualizador: si sumamos de un lado, indefectiblemente debemos quitar en el otro. En el pasado fue la tradición , o la religión; y desde un tiempo a esta parte, tiempos urgentes, directos, crudos, quitamos personas que, como piezas de ajedrez en desgracia, caen fuera de ese tablero-mundo y en el abismo de la inexistencia. No sos vos, soy yo (el que ya no precisa de tus servicios).

La casa de los espejos

Ha terminado, me pregunto, la fase imperialista del capitalismo. Si tenemos en cuenta los motivos estadounidenses para invadir Irak y la futura falta de recursos naturales, cuesta bien poco dudarlo. No hay un “nuevo” capitalismo, como pretenden muchos, sino que aparecen nuevos rostros del mismo, mientras que otros tan solo mutan. La multiplicidad, de nuevo, como la vieja casa de los espejos, esa del Italpark de nuestra niñez.

Una de sus nuevas caras, sin embargo, ha venido a reemplazar a la ya cooptada contracultura, aunque –eso sí- de manera difusa y poco confiable. Hablo de lo que de virtual tiene hoy el capitalismo.

Nada por aquí, nada por allá

En afán historicista, iba a escribir sobre lo virtual acerca de la manzana de Eva, pero eso cae en el terreno de la ciencia ficción. Luego pensé en el dinero. Tampoco. Muy trillado. Más allá de las artes y la religión, el primero elemento virtual de nuestra historia es el trabajo (a la par de la comunicación oral, antes de la escrita), concepto imposible de traducir en elementos tangibles sino con otras construcciones humanas. Me dirán que el trabajo tiene un producto que, cuando lo consideramos a un nivel puramente existencial-alimenticio, es fácil de contabilizar. De acuerdo, el producto lo puedo contar, y, sin embargo, he aquí en quid del asunto. ¿Qué requiere más trabajo? ¿Matar una vaca o sembrar un zapallo? A la pobre vaquita puedo finiquitarla con una piedra. Para el zapallo necesito tierra, semillas, agua, un clima favorable y mucha, pero mucha paciencia. Pero: la vaca alimenta a muchas personas, el zapallo no y encima una dieta exclusiva de este fruto es monótona. El zapallo requiere más tiempo, y el tiempo es dinero. ¿Entonces?



El punto de la cháchara anterior no era solo para justificar la virtualidad del trabajo, sino además para puntualizar lo elusivo de la idea de lo virtual. No hace falta decir que lo virtual está incluido en toda actividad humana que, tan solo por serlo, requiere de una interpretación y (siguiendo aquí al sempiterno Pierre Levy -descargar el libro ¿Qué es la virtualización? (Bs. As., Paidós, 1999-) admite vectores múltiples. La imprenta, el avance en los métodos de transporte y la revolución electrónica de las comunicaciones –conjugando lo mejor de los anteriores- terminaron por convertir a lo virtual en un actor fundamental no solo de la web, sino de nuestras vidas. Tanto así que comenzamos a preguntarnos cómo modifica nuestras vidas incluso en este momento en el que escribo estas líneas, desfasado del receptor pero, verbigracia, mucho más cercano que antaño, gracias a la actualización constante de esa virtualidad que ocurre en la Web a cada momento.

Factorizando la ecuación

Necesitamos identidades en múltiples plataformas que señalan hacia nosotros, pero no terminan por definirnos. En Facebook, Second Life, Twitter, los blogs, ¿somos nosotros o son pálidas versiones de nuestros seres por interpuesta persona? Como la palabra ya no alcanza para explicarnos, hoy necesitamos imágenes, sonidos, presentaciones, todos unidos por un software, son lo que McLuhan llamo (remixando a Bryson) tecnologías de explicitación. No menciono el software por casualidad. Los programas está ahí, lo sabemos, pero en nuestro devenir diario por las diversas redes sociales que utilizamos online(1). Tan sólo los presentimos.

Virtuales nuestras identidades y las aplicaciones que las contienen. Virtuales nuestros anhelos y nuestra incesante necesidad de conocer. Y de comprender. Con tanta virtualidad rondando se nos han expandido los sentidos y con ellos nuestras capacidades. Y los productos a la venta. Con las publicidades 2.0 ya no importa tanto el comprar , sino el simular interés en los productos que se nos ofrecen. Y ya todos sabemos como virtualidad y simulación van de la mano.


(1) No deja de asombrarme que digamos "en línea" para referirnos a nuestra estancia en un no-lugar que ocupa -idealmente- todos los puntos del globo.

2 comentarios:

Ramon.Morata dijo...

¿Cree usted en la realidad? Noticias desde las trincheras de las guerras de la ciencia.
Aquí Latour expone y resume los "objetivos" y motivaciones del libro, hace un rápido repaso a ciertas características de nuestra historia de la filosofía que condicionan el que un colega asustado pueda haberle preguntado alguna vez, como en realidad le preguntó: ¿cree usted en la realidad? La primera respuesta es un tajante sí, pero sólo a condición de aceptar también y más tajantemente si cabe un gigantesco NO por respuesta, pues Latour -y nosotros cuando le leemos también- se da cuenta que esa pregunta en realidad significa lo siguiente: ¿está usted dispuesto a aceptar el pacto conjunto de la epistemología, la moral, la política y la sociología? Por supuesto que no

Sebas dijo...

No? Pero lo aceptamos todos los días cuando utilizamos el dinero para hacer las compras: papel por cosas. Y trabajamos para otros, ponemos tiempo para que otro nos de esos papeles. Así que por favor no digamos que no aceptamos el pacto. Aceptemos, sí, el reto de investigar/estudiar de manera diferente. Si revolucionamos, será para adentro.

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